Acostada sobre su
cama, escuchaba la melodía que salía de su equipo de sonido; tenía su mente en
blanco; tan solo se dejaba llevar por las notas de aquella música que tanto le
gustaba. De pronto sonó la puerta, Isabela se levantó de la cama y un poco confundida
caminó hacia la entrada, no esperaba a
nadie y ya era un poco tarde. Con gran cautela abrió la puerta, y fue una gran
sorpresa la que se llevo: era David.
-¡Qué gran sorpresa!
– dijo Isabela casi boquiabierta
- Perdón por venir
sin avisar, y más a esta hora, pero es que… no aguanté más, tenía que verte.
-No te preocupes, no
hay problema por eso. Más bien sigue, y siéntate-dijo todavía con voz de
sorpresa
Caminaron juntos
hacia la pequeña salita del apartamento y se sentaron en el sofá color rubí, su
favorito. Inmediatamente luego de haberse sentado, David miró fijamente a Isa,
tomó su mano e intentó esbozar palabra, pero
su intento fue fallido, no pudo emitir sonido alguno. Isabela estaba muy
nerviosa y ansiosa por conocer la razón de esa visita tan inesperada, quería
escuchar a David, recreaba miles de palabras y de frases en su cabeza, todas
saliendo de David, las más hermosas y alentadoras.
Finalmente, tras unos
cuantos minutos, David se animó a hablar:
-Siento que ya no
puedo más, que aunque trate de ocultarlo y de fingir lo contrario, tengo que
aceptar que aún te quiero, que mi amor no se ha ido y ha permanecido intacto
dentro de mí desde la última vez que nos vimos, desde aquel día en que te dije
que debía salir de tu vida de inmediato.
Nunca quise dejarte en verdad, aunque estaba empecinado en creer que sí; luego me di cuenta del grave
error que había cometido, pero no fui capaz de hacer nada. Hoy… Hoy no pude
más, tuve que venir, tenía que verte, tenía que contarte todo esto – dijo
mientras su voz se quebraba de a pocos y sus ojos se ponían vidriosos
Las lágrimas corrían
a gran velocidad por las mejillas de Isabela, había soñado con este momento durante
meses, y aún no podía creer lo que acababa de escuchar, tan solo miraba a David
con la tierna mirada de siempre, mostrándole con ella que no era él el único
que sentía eso, que ella siempre la había amado con ese amor fuerte y profundo.
No podía articular palabra, solo lo miraba llorando.
-Yo te amo Isabela,
necesito de ti para vivir, necesito estar a tu lado para ser feliz, ya no puedo
sin ti, solo quédate conmigo – dice David acercándose un poco más y tomándola
entre sus brazos.
-Yo… Yo… Yo también
te amo, siempre te he amado y siempre te amaré.
Y así, acercándose
cada vez más, sus labios se tocaron y ambos se sumergieron en un profundo beso,
ese beso soñado, tan codiciado siempre. Isabela se sentía en el cielo, había
creído que ese momento nunca más llegaría y que su amor no volvería a ser
correspondido.
Sobresaltada y en
medio de una gran sonrisa, abrió los ojos. Dio un vistazo rápidamente y su
sonrisa desapareció…Bastaron unos pocos segundo para darse cuenta de que había sido solo un sueño, nada era cierto,
David no la amaba ni la había besado.